La vida es sólo una opción
Para Chris
Vivimos en la era de la mercadotecnia, siempre hay una necesidad, un producto para satisfacer esa necesidad y una campaña publicitaria que nos pone a la mano todo: una marca, una necesidad, un beneficio y un producto.
Debemos aceptarlo, nos encanta comprar… nos crea un bienestar psicológico que no podemos evitar y que hemos aprendido a disfrutar a nuestras anchas mientras el bolsillo lo permita.
Otro de esos placeres culpables son esas estrategias publicitarias que te dan a probar un poquito del producto de forma gratuita… recuerdo que Jack y Leo pueden hacer una comida en el super únicamente comiendo las probaditas que dan de los diferentes productos, supongo que es algo inevitable… tener algo gratis y no tomarlo… es más, es inevitable no sólo tomar uno o dos… hasta tres, ¡que caray!
Me enteré de una pequeña-gran campaña que regala-pide algo… y es extraño porque uno no supone pedirle-ofrecerle algo a un desconocido de esa forma y supongo que el éxito de esa campaña sugiere esa necesidad que sentimos de sabernos humanos y vulnerables.
Y puede ser creíble o no, puede sonar totalmente absurdo o cursi, pero esta campaña pide-da abrazos gratis.

Todo esto, nace de una historia real de un australiano llamado Juan Mann, que cuando vuelve de Londres a su ciudad natal, llega como un turista, con una maleta llena de ropa y con muchos problemas; se encuentra sólo y al mirar a su alrededor descubre que los demás pasajeros son esperados por familiares y amigos quienes sonríen, se abrazan y se comparten. En ese momento, Juan deseo que alguien lo esperara, deseo que alguien se sintiera feliz de verlo, que le sonriera y luego lo abrazara.
Tomó una cartulina y escribió “Free Hugs” por ambos lados, se dirigió al pasaje más transitado de la ciudad y por 15 minutos lo mostró a los transeúntes. La primera persona que se acercó a él, le dio una palmada en el hombro y le dijo que su perro había muerto esa mañana. La siguiente persona, le dijo que hacía un año su hija había muerto en un accidente. A ambas personas les brindó un abrazo.
Y no pretendo caer en la cursilería, me sorprende que una campaña así funcione, porque denota la constante tristeza en la que vive la gente, la tremenda soledad que se agazapa sobre algunos seres en la tierra y con todo esto… ser tan ciegos y tan sordos para no darnos cuenta de la agonía de las personas que sufren de estas cosas y que ahora sea necesario atarse un cordón al cuello con una cartulina ofreciendo-pidiendo abrazos gratuitos.
Justo ayer me enteraba que Christian había muerto, que había decidido morirse… y no sé si un abrazo lo hubiera hecho cambiar de opinión, pero me gustaría creer que sí.
Y pienso en los abrazos y recuerdo cuan reconfortante es darlos-recibirlos, espero que aún podamos colgarnos del cuello ajeno y mojar el hombro del amigo… espero poder hacerlo sin necesidad de tener una cartulina que diga “abrazos gratis”.
Vivimos en la era de la mercadotecnia, siempre hay una necesidad, un producto para satisfacer esa necesidad y una campaña publicitaria que nos pone a la mano todo: una marca, una necesidad, un beneficio y un producto.
Debemos aceptarlo, nos encanta comprar… nos crea un bienestar psicológico que no podemos evitar y que hemos aprendido a disfrutar a nuestras anchas mientras el bolsillo lo permita.
Otro de esos placeres culpables son esas estrategias publicitarias que te dan a probar un poquito del producto de forma gratuita… recuerdo que Jack y Leo pueden hacer una comida en el super únicamente comiendo las probaditas que dan de los diferentes productos, supongo que es algo inevitable… tener algo gratis y no tomarlo… es más, es inevitable no sólo tomar uno o dos… hasta tres, ¡que caray!
Me enteré de una pequeña-gran campaña que regala-pide algo… y es extraño porque uno no supone pedirle-ofrecerle algo a un desconocido de esa forma y supongo que el éxito de esa campaña sugiere esa necesidad que sentimos de sabernos humanos y vulnerables.
Y puede ser creíble o no, puede sonar totalmente absurdo o cursi, pero esta campaña pide-da abrazos gratis.

Todo esto, nace de una historia real de un australiano llamado Juan Mann, que cuando vuelve de Londres a su ciudad natal, llega como un turista, con una maleta llena de ropa y con muchos problemas; se encuentra sólo y al mirar a su alrededor descubre que los demás pasajeros son esperados por familiares y amigos quienes sonríen, se abrazan y se comparten. En ese momento, Juan deseo que alguien lo esperara, deseo que alguien se sintiera feliz de verlo, que le sonriera y luego lo abrazara.
Tomó una cartulina y escribió “Free Hugs” por ambos lados, se dirigió al pasaje más transitado de la ciudad y por 15 minutos lo mostró a los transeúntes. La primera persona que se acercó a él, le dio una palmada en el hombro y le dijo que su perro había muerto esa mañana. La siguiente persona, le dijo que hacía un año su hija había muerto en un accidente. A ambas personas les brindó un abrazo.
Y no pretendo caer en la cursilería, me sorprende que una campaña así funcione, porque denota la constante tristeza en la que vive la gente, la tremenda soledad que se agazapa sobre algunos seres en la tierra y con todo esto… ser tan ciegos y tan sordos para no darnos cuenta de la agonía de las personas que sufren de estas cosas y que ahora sea necesario atarse un cordón al cuello con una cartulina ofreciendo-pidiendo abrazos gratuitos.
Justo ayer me enteraba que Christian había muerto, que había decidido morirse… y no sé si un abrazo lo hubiera hecho cambiar de opinión, pero me gustaría creer que sí.
Y pienso en los abrazos y recuerdo cuan reconfortante es darlos-recibirlos, espero que aún podamos colgarnos del cuello ajeno y mojar el hombro del amigo… espero poder hacerlo sin necesidad de tener una cartulina que diga “abrazos gratis”.
Etiquetas: Jinta para no olvidar, Jinta triste