[.~*JINTAJAFORAS*~.]

junio 25, 2010

Con el corazón duro y frágil

Era un día de abril en el mar. Supongo que allá abajo, ellos se acostumbran al submarino paisaje azul, a que el sol ilumine con estrellitas el agua salada en ese vaivén cíclico que susurra con olas.
Allá abajo deben suceder muchas cosas y aunque desconozco las historias reales de lo que allá sucede, supongo que los que habitantes de las profundidades marinas les gusta nadar a altas velocidades y tomar pendientes de montaña rusa.
El 20 de abril de 2010 una parte del mar se hizo de noche. Quiero imaginar lo que pasó allá abajo. Un estruendo terrible congeló a los habitantes del agua. Ninguno de ellos se movió pero levantaron la mirada hacia la superficie. Inmóviles pudieron ver que una gota de algo parecía crecer hasta taparles el cielo, su cielo.
Aquella mancha se extendía como una visión apocalíptica, el fin estaba cerca y todo mundo sabe que cuando eso sucede… sólo te queda esperar tu turno.
Ese 20 de abril, explotó una plataforma de perforación petrolera en el Golfo de México? La explosión y el incendio culminaron en un derrame de crudo. Primero, la mancha era de ocho kilómetros, la información decía que se filtraban 1000 barriles de crudo por día en el mar, luego fueron 5000.
Se reportaron 11 trabajadores muertos y 17 heridos. Nadie contó los peces, las aves y los centímetros cúbicos de agua afectados. En los periódicos sólo salieron los recuentos millonarios en pérdidas o los costos para pagar los daños.
Escuché la noticia. Alguien me dijo en una entrevista que le preocupaba ese tema. Supe que la mancha se extendía hasta llegar a las costas y la imaginación me falló.
A dos meses de aquella explosión empiezo a escribir porque “hojeando” el periódico en línea a altas horas de la madrugada se me atravesó una galería de fotos. Le di clic. La abrió. Las imágenes se fueron una a una. Un nudo en la garganta me cortó la voz. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Y me dolió.
La imaginación nunca me llevó al fondo del mar, tampoco me hizo pensar en el pez, el delfín, el coral, la gaviota o el pelícano. Pensé sólo en una mancha de petróleo sobre el mar. Mi imaginación bloqueó la posibilidad del desastre porque la evasión-ignorancia-desconocimiento te mantiene el corazón tranquilo.
Uno deja de ver porque así respira mejor, la conciencia incomoda… es un estado nunca cómodo de enfrentamiento con la verdad. Sobreprotegemos la conciencia para que desde su capelo quede intocable. A nadie le gusta que le duela la conciencia.
Para corazones frágiles, un poco de masoquismo de conciencia. Si te duele… no pares de ver hasta que te duela más. Hasta que ese corazón frágil se haga duro de seguir mirando. Porque corazón que cierra los ojos es un corazón indiferente. No podemos ignorar el mundo que se nos muere en primer plano.
Miré las fotos y me contuve. Me obligué a mirar hasta el final hasta que encontré en el dolor el coraje necesario de pensarme pez, pensarme pelícano, pensarme abajo del mar mirando como aquella mancha en el océano me contaba mis últimos segundos de vida.