Perras obsesiones
Arturo es como Vicente Holgado, tiene una forma etérea y se pasea entre la vida de algunos de nosotros aunque a veces no podamos notarlo.
Me prestó un libro y luego se marchó, luego dejó en mi mesa un folleto lleno de letras que supongo, creyó él… me dirían algo que necesitaba yo saber.
"yo no sé por qué la gente tiene gatos pudiendo tener obsesiones. Las obsesiones hacen más compañía que los gatos, que desaparecen durante horas y luego, cuando se te ponen encima para que los acaricies, no sabe una donde han estado ni de qué tienen manchadas las patas. Las obsesiones no pueden alejarse de los cuerpos porque viven de ellos, de su sangre. Y los cuerpos no pueden vivir sin esta tortura, aunque esto no sé por qué es."
Y pensé entonces por qué no tenía gatos… un gato me dejaría abandonada por noches enteras dejándome entregar completamente al sueño, libre de obsesiones, sin embargo, tengo seis perros, los perros se parecen más a las obsesiones. Se mantienen quietos mientras duermes y procuran no parpadear para estar presentes en el momento en el que despiertes, te siguen a pie o con la mirada, te ruegan atención y en algunas ocasiones cuando duermes, suelen enganchar su cuello con una de tus piernas para que no puedas escapar de ellos a la mitad de la noche…
No cabe duda, las obsesiones no son como los gatos pero sí como los perros… por eso tengo seis. Y seguramente tengo más de seis obsesiones.
Javier se excusaba al no recordar una fecha diciéndome que no era tan obsesivo como yo y pensé que probablemente yo tenía un problema.
El último año de mi vida, dejé de apuntar en mi agenda lo que hacía pues como no valía la pena, no tenía por qué esmerarme en recordarlo todo al pie de la letra, pero hay días que son especiales y entonces los guardas en la memoria como eso, como días especiales.
Probablemente para Javier no haya nada de especial en esos días y por eso no se obsesione con recordarlos, pero ese es su problema no el mío, yo marcaré esos días en el calendario y él no tendrá nada…
También pensé en esa extraña obsesión por cambiar el mundo… por hacer de este un lugar mejor y entregarme a un par de luchas que no me corresponden. Antes sentía vergüenza de ello, de ir por la vida pensando cambiar el mundo… hoy ya no… porque Pablo me escribe en secreto, que debemos reinventar la revolución aunque sea en el fondo de un tarro de cerveza… y tiene razón, yo creo que él puede cambiar el mundo y aunque no me lo diga… él debe esperar a que yo cambie mi parte…
Y me obsesiona equivocarme y no saber como corregirlo y también me obsesionan los estrenos en el cine, me obsesiona que las cosas caminen y no que se desarmen con el desorden ajeno a mi orden y me obsesionan los silencios extendidos y me obsesiona más esperar en silencio cuando tengo una necesidad inevitable de hablar.
Me obsesionan sus ojos y el sonido de su voz, me obsesionan sus pensamientos y lo que calla cuando sonríe, me obsesionan sus abandonos y sus mentiras también, me obsesionan sus sueños, sus ausencias y también sus silencios.
Y hasta hoy había pensado que mis obsesiones eran un cáncer mal cuidado, cuando probablemente sean como los seis perros que tengo… mis amigos más fieles.
Etiquetas: Jinta de metáfora